Nacido como brāhmaṇa (sacerdote) por linaje y formado como kṣatriya (guerrero) por designio divino, Parashurāma ocupa un lugar central dentro del Daśāvatāra, el sistema teológico que identifica a las diez principales encarnaciones (avatāras) del Señor Vishnu. Su figura, a la vez humana y trascendente, representa la intersección entre la autoridad ritual y la función guerrera, ambas concebidas como expresiones del orden cósmico.
Los textos sagrados describen que Parashurāma, enfrentado a la injusticia y a la progresiva degradación del estamento guerrero, emprendió una campaña destinada a restaurar el Dharma y purificar el mundo de aquellos reyes que habían caído en la corrupción, el abuso de poder y el olvido de la ley divina.
De este modo, las escrituras relatan asimismo que, investido con el hacha sagrada otorgada por el Señor Shiva, Parashurāma recorrió las antiguas tierras castigando la soberbia, reequilibrando las fuerzas del mundo y recordando a la humanidad que incluso quienes ostentan el poder están sujetos a la normativa ética y espiritual que rige el cosmos, siendo la manifestación de la justicia divina operando en el plano terrenal.
De acuerdo con la tradición, Parashurāma alcanzó la inmortalidad, condición conocida como "chiranjīvi", “aquel que perdura a través de las eras” o "sabio inmortal". Este estado no corresponde a la inmortalidad propia de las Deidades puramente celestiales, sino a una forma de existencia prolongada en la que, permaneciendo en la Tierra, trasciende el tiempo humano y actúa como testigo perpetuo de los ciclos cósmicos.
En este marco doctrinal resulta pertinente mencionar el concepto sánscrito de "adhidaivika", que remite a un plano sutil o celestial, inaccesible en términos físicos, en donde residen las divinidades y múltiples seres de naturaleza celestial. Lugares emblemáticos como el Monte Kailāsa, morada del Señor Shiva, o Shambala, suelen ser interpretados como ejemplos de este ámbito trascendente.
